DESPUES DE LA CUMBRE : EL CUBANO Y HUGO CHAVEZ VISITARON LA CASA DONDE VIVIO EL GUERRILLERO ARGENTINO
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TitreDESPUES DE LA CUMBRE : EL CUBANO Y HUGO CHAVEZ VISITARON LA CASA DONDE VIVIO EL GUERRILLERO ARGENTINO
AuteurMarta Platía ALTA GRACIA
Date0000-00-00
Mag (Nom)Clarin
Mag (Réf.)Edition internet
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Résumé
Fidel Castro, en compagnie d'Hugo Chavez, a visité la maison où a vécu le Che.

Attention, article en espagnol.
Remarque
Un article quelque peu folklorique, un exemple qui montre que l'image du Che est encore nécessaire à Fidel Castro mais aussi que le Che est toujours l'emblème de l'idéal révolutionnaire et que la gauche a besoin de lui.
Contenu
La tarde en que Fidel se reencontró con el espíritu del Che Guevara

Durante más de una hora recorrió la casa donde el Che vivió parte de su niñez.

Dicen que la mirada de águila de Celia de la Serna, la mamá del Che Guevara, lo dejó paralizado por un momento. Bella y aún desafiante desde una foto en blanco y negro, sus ojos parecieron escudriñarlo desde la profundidad de los tiempos. Y que fue allí, frente a esa mujer con los rasgos de su primogénito, cuando el líder cubano se detuvo pensando quién sabe qué.


"Ese fue el primer impacto de Fidel Castro aquí", le dijo a Clarín, todavía sin poder creer lo vivido, Ada María Ventre, la encargada del Museo del Che Guevara. Es que ayer, al final de la Cumbre del Mercosur y luego de tres días de esperarlo sin resultados, todo Alta Gracia se despertó para verlo. Fidel Castro Ruz, que cumplirá 80 años el 13 de agosto, al fin visitó Villa Nydia: la casona que fuera el hogar donde creció Ernesto "El Che" Guevara, su primer comandante en la Sierra Maestra.


A bordo de un Mercedes Benz negro que trajo especialmente desde Cuba, Fidel Castro desandó los 37 kilómetros desde la capital mediterránea, y llevó como compañero nada menos que a Hugo Chávez.


Era la una y cuarto de la tarde cuando el presidente venezolano, con camisa roja; y Castro, con su habitual uniforme verde, bajaron del coche en medio de los aplausos y vivas de una multitud que los esperó durante más de cuatro horas bajo un sol ardiente, y detrás de las vallas que instalaron los servicios de seguridad caribeños y argentinos.


Apenas ingresó al jardín de los dos pinos, en la calle Avellaneda al 501, Castro no lo dudó un segundo y fue directamente a uno de los arcos de la galería de piedra, donde lo esperaba la escultura en bronce de un pequeño Ernesto, sentado y de pantalones cortos, mirando hacia la calle, como balanceando las piernas.


Esa era la foto. Ninguna otra. Fidel se paró a la derecha del Che niño y Chávez hizo lo mismo del otro lado. Cientos de disparos de cámaras obtuvieron la imagen que compitió con la fallida foto oficial de esta Cumbre.


Los dos entraron a la casa acompañados por cuatro de los amigos de la infancia del Che: Calica Ferrer, quien hizo el segundo viaje con Guevara por Latinoamérica y hoy vive en Buenos Aires; Enrique Martín, Ariel Bidosa y Alfredo Moreschi, que continuaron sus vidas a pocas cuadras de Villa Nydia.


Según Ferrer, "Castro y Chávez se llevan de maravillas y se desafían todo el tiempo a ver quién tiene la mejor memoria". El hombre deslizó que "el Comandante siempre gana, aunque está claro que el tema del tiempo es algo que tiene muy presente".


Entusiasmado y "todavía sin bajar a la Tierra", Calica contó a Clarín que Fidel hasta le trajo "un chisme". ¿La víctima? Alberto Granado: un amigo del Che, que aún vive en Cuba. "Me dijo que el Petiso anda recontra enojado porque el médico le ha prohibido el ron", confió.


Luego, Calica resaltó "el humor" que une a Castro y Chávez. Con un Fidel "un tanto corto de un oído" —según deslizaron algunos—, las dos estrellas de la Cumbre jugaron una especie de adivinanza. Mientras el venezolano cubría con una mano las calificaciones de una libreta de medicina del Che, expuesta en el que fuera el dormitorio del joven Ernesto, Castro debía arriesgar en qué materia sobresalía su mejor guerrillero. "Parasitología", arriesgó el cubano, entrecerrando los ojos y con tono triunfal.


Y, aunque acertó en ésa, no todo fue ganancia. La grieta llegó con el tema del tiempo. Castro porfió con Calica y hasta con Chávez, que "el Che era mayor que él". Tanto empecinamiento sorprendió, pero ninguno se amedrentó a la hora de refutarlo: nacido el 14 de mayo de 1928, el Che era dos años menor. Y asunto terminado.


Una hora y diez minutos después, los dos salieron rodeados por un enjambre de guardaespaldas. Castro caminó hacia los periodistas. En el picado mar de las preguntas a los gritos, esta cronista —orgullosa hija de un papá siciliano y sordo— tuvo el reflejo de vocalizar una única pregunta que se imponía.


—¿Cómo se siente luego de visitar la casa del Che?


Entonces, un Fidel de ojos tan abiertos como atentos, entendió con la habilidad de quienes saben largo de leer labios. Y, golpeándose el pecho del lado del corazón, el hombre—leyenda, que abandonaba tal vez para siempre la casa de quien fue su mejor soldado, sólo repitió: "Con una enorme emoción, con una enorme emoción".


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